ejercicio autoficcional

 No hubo ningún tiempo en el que no cruzaramos el puente. Toda mi vida lo pasé, y escuché cómo pasaban lista: ¿Incomprensible? ¿Incomprensible? Sí, soy yo, decía asustada. Ma, a mí me dan miedo los gringos. Mamá se reía, ella estaba acostumbrada también. Su mamá había trabajado toda su vida y entre esos trabajos, el primero, fue allá, al otro lado. Otro lado. Yo me andaba jodiendo allá, decía, de chamaca vendiendo allá en la pulga y pinche viejo ese el que me rentaba, siempre me arrastraba la mano.

Cuando cruzábamos siempre era lo mismo, yo me sentaba al lado de mi hermana. Me mordía las uñas y me veía las cutículas sangrando. Es que me dan miedo los gringos, decía. Y pasábamos a la ventanilla, mi nombre era el único que no pronunciaban bien. Incomprensible. Incomprensible. Sí, soy yo. Mamá y papá se reían porque parecía que me decían güera y era de todo menos eso. Tenía la piel bien morena, el primer día que entré a la primaria una niña me dijo que no, que yo no me sentaba con ellas porque soy negra. Y mi prima, que era de mi edad y era tan blanca que se le marcaban las venas le dijo que si no me dejaba sentarme con ella, ya no sería su amiga. Y me senté.

Muchas cosas me gustaban al ir. Como las calles, el olor, el español gracioso. Y odiaba otras. Odiaba esa sensación extraña de soledad cuando mi mamá decía ¿si hablas español? Y le contestaban: incomprensible incomprensible. Pero no era importante porque mi mamá nada más les pasaba la tarjeta y cobraban. Papá hacía gestos. Luego en el carro decían qué sangrona, se nota que es mexicana, y que por qué se hacía güey, por qué si aquí en esta tierra de gringos hasta los gringos nos hablan español y pocho, spanglish

Desde los cuatro años me metieron a aprender inglés. Lo odiaba. Mi prima, que era blanca, había comenzado a aprender a un ritmo que me angustiaba. A lo mejor yo no iba a poder, a lo mejor mi tía y mi prima saben inglés porque son blancas. Mi ama no, ni mi papá ni mi hermana porque aquí todos somos bien prietos. Y el inglés iba y venía como aturdiendome. Me sofocaba con la pronunciación, como si la lengua me estorbara, o los dientes, o las anginas y la garganta y la amígdala. No se dice así, se dice así, me decían.

Can I go to the restroom? La única frase que aprendí por esos años. Y mis papás cuando cruzábamos nos preguntaban ¿si le entienden? ¿si le entienden? Me preocupaba más porque a lo mejor si andaban tirando el dinero a la basura. A lo mejor tengo un garrote en la garganta mamá y me es imposible aprender este idioma ajeno.

Escuchaba a mis compañeras en la escuela después del fin de semana: Fui al cine, obvio en inglés, es mejor así… Síí, todo suena mejor en inglés… La música suena mejor en inglés… Y mi prima me ponía videos. Escuchábamos a One Direction de fondo, lyrics en inglés. ¿Sí le entiendes verdad? y asentía con la cabeza. Cantaba en un idioma nuevo, invocaba algún ente extraño con los sonidos que se escapaban de mi boca.

Vi el cuadro de Jesús en la casa de mi abuela. Lo señalé y le dije a mi madre: ¿Jesús era gringo? ¿Él no entiende español?

Mi mamá se rió. Aquella noche soñé con Jesús hablándome en inglés. Lloraba y le dije: no te entiendo, no te entiendo. Por favor habla español, por favor. Mis papás nos preguntaron si no queríamos estudiar en el Otro lado, era posible si se esforzaban. El corazón se me aceleró. Les dije que no. Por favor no. Me dan miedo los gringos, mamá

Hicieron un gesto con la boca de abandono. Mi hermana me dijo que no sería tan malo.

Pero siempre fue igual. 

¿Incomprensible? ¿Incomprensible?

Incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible, incomprensible… 


Comentarios

Entradas populares