Maryse Condé

 La identidad de una niña negra en un mundo de hombres blancos

Maryse Condé nació en 1937 en la isla antillana de Guadalupe, territorio francés de ultramar al sur del Caribe. Galardonada con el Premio Nobel Alternativo de Literatura en 2018, es una autora con más de treinta obras en géneros como novela, teatro, ensayo y autobiografía. Corazón que ríe, corazón que llora es una obra donde Maryse Condé explora su infancia y juventud para poder encontrar paz con sus orígenes y con ella misma, con tal honestidad que se volvió parte importante de sus obras literarias. Sin suavizar nada, la autora cuenta su vida familiar cuando era joven, incluyendo todo aquello que vio y pensó, siendo testigo del racismo y la violencia que oculta situaciones y silencia el dolor, valiéndose también de lo literario para llenar los espacios en blanco. Nos adentramos en la memoria de una niña negra que se ve obligada a enfrentar el mundo adulto, los efectos del colonialismo y que va en busca de su identidad.

MEMORIA COMO ENFRENTAMIENTO DEL NO SABER

¿Qué es un pueblo si no tiene memoria? ¿Quién es una persona si tampoco la posee? La memoria convoca una verdad, se muestra como enemiga del olvido y, no siendo ese su único papel, tiene un deber de justicia. Ella implica, sin embargo, un revivir. Rememorar significa volver a experimentar el pasado situándose en el presente, es decir, volver a vivir el recuerdo. 

Leonor Arfuch en su libro Memoria y Autobiografía menciona que el olvido rotundo del trauma es un clásico mecanismo de supervivencia y, al mismo tiempo ‘‘hay también una inquietud (…) que impulsa el trabajo de descubrimiento y que lleva (…) a querer saber más, a enfrentar el miedo a saber, correlato obligado de la angustia de no saber’’ (Arfuch, 2013, p.66).  La memoria como enfrentamiento del no saber expresa la confrontación de lo que se decide no recordar, lo que prefiere no reconocerse para evitar traer al presente lo que debería quedar atrás.

Maryse Condé pugna por su verdad. Lucha contra ese olvido en el que no sólo los afrocaribeños y guadalupeños caen, sino también las escritoras a quienes se les ha querido descartar de la tan exclusiva lista del canon. Corazón que ríe, corazón que llora es un relato literario que adviene como memoria (y al revés) porque de esta forma logra conservarse en la sociedad.

El proceso del recuerdo, sin embargo, no es un proceso hecho en soledad, sino en un contexto social y a través de construcciones sociales. La memoria, entonces, pasa a ser una colectiva porque existe en su esencia algo que deja de ser personal; no es ya sólo la historia de la infancia de Maryse, es la historia de muchas personas. Y ésta no se retiene en el pasado, se mantiene viva en la conciencia del grupo que la mantiene (Halbwachs, 1968).

ENTRETEJIMIENTO DE LO PERSONAL CON LO COLECTIVO

‘‘El Yo se enuncia para y por el otro (…) Desde esta óptica, la historia de una vida se presenta como una multiplicidad de historias’’ (Arfuch, 2013, p.75). La memoria de Maryse es una que se vuelve política y social, pues su realidad es una que comparte con muchas otras mujeres y personas negras, pasa de ser una problemática individual a ser del sistema en el que viven, un sistema que oprime y no reconoce la violencia que ejercen hacia ellos.

Hay cierta responsabilidad en la memoria colectiva, un deber con el Otro que permite hacer escuchar las voces. Su lectura posibilita atender las vivencias de a quienes se les ha impuesto silencio y logra extenderla como eternidad, es del pasado, del presente y del futuro. La obra es un  texto universal y diverso, por lo que colecta memoria y se vuelve exposición del tiempo y de la Historia (Marc, A., Bessiere, J., & Fokkema, D. 1993)

El título del libro posee un significado de una vida que se llora como se ríe, Maryse llora sus alegrías y se ríe de sus tristezas, ‘‘Me gusta pensar que mi primer aullido de terror pasó desapercibido en mitad del jolgorio de la ciudad (...) el presagio de que sabría reír las penas más grandes’’. (Condé, 2019, p.21). Tiene una infancia que la deja en un limbo curioso: vive en privilegios que muchos otros no tienen, pero los blancos la miran por encima del hombro. 

En estas viñetas de su vida ella muestra una triple lucha que es parte de la colectividad: la primera como afrodescendiente, sus propios padres niegan su herencia africana y esperan ser parte de lo blanco y francés; la segunda como mujer, que aunque en el libro relata vivencias de su infancia y adolescencia, no la exime de la violencia e hipersexualización además de ser testigo de la situación de sus hermanas y su madre; y por último, de forma externa a la novela, como escritora, que es una lucha más difícil cuando hay tantas voces de mujeres que, nos ha enseñado la historia, fueron descartadas por su género y nada más.

LA IDENTIDAD BORRADA

La identidad diferencia y caracteriza, pues se presenta como un conjunto de características que distinguen a una persona o grupo de otros. La identidad cultural es un tema importante en la literatura caribeña, y este libro no es la excepción. En la historia de Maryse Condé hay dos situaciones sobre la identidad que se destacan: la de los padres y la de Maryse.

‘‘Una persona alienada es una persona que trata de ser lo que no es, porque no le gusta ser lo que es.’’(Condé, 2019, p.15). Los padres de Maryse se presentan, desde un inicio, como alienados. La autora los retrata simplemente como negros que desean ser blancos; desde el inicio ella lo ejemplifica con la SGM, la cual sus padres veían como una época oscura, no por los genocidios y campos de concentración, sino porque no pudieron viajar a Francia, su tan amada Francia que los alejaba de las barbaridades de Guadalupe.

Sus padres presentan un caso particular, ellos buscan lo blanco y rechazan lo negro pese a serlo, son clasistas y prohiben a sus hijos estar con otros niños negros, cantar sus canciones, hablar el criollo; no hay elecciones, solo imposiciones y, pese a que Maryse los quiere (especialmente a su madre), reconoce que ellos le quitaron algo que ella comienza a buscar al crecer. Son negros, pero no quieren serlo, incluso si los rechazan los mismos blancos a los que admiran y hasta su propia familia blanca que no les dirige ni una sola mirada en la iglesia y como dice Maryse:

Por más que mi color me hermanase con los vulgares negritos, trabajadores de la caña, esclavas de las plantaciones, pescadores, vendedoras ambulantes, obreros de los muelles y Dios sabe qué más, me encontraba más lejos de ellos que las doncellas de piel clara que me rodeaban. Al menos ellas hablaban constantemente en criollo, se reían a carcajada limpia y, sin vergüenza, meneaban sus encantos al ritmo de los biguines. ¡Se diría que sus padres no les habían enseñado buenas maneras! ¡Se diría que no compartían el desprecio de los míos por los locales! (Condé, 2019, p.78)

Fanon (2009) en su libro Piel negra, máscaras blancas trata un tema que puede relacionarse con lo que Fernando Ortiz conceptualiza como transculturación, que a diferencia del término aculturación, involucra todos los procesos que ocurren cuando una cultura pasa a adoptar las características de otra. Este término engloba no sólo las fases transitorias por las que se pasa cuando una cultura adquiere otra distinta, sino también el desarraigo precedente, una desculturación parcial y paulatina y, en consecuencia, una creación de nuevos fenómenos culturales (Ortiz, 1987). La identidad cultural del Caribe presenta tal característica porque hay, en su historia, un fuerte choque cultural entre originarios, negros e invasores. 

Frantz Fanon en su libro se enfoca en la negritud, en el negro que decide usar una máscara blanca, el negro que se desarraiga y que desea ignorar su herencia africana con tal de ‘civilizarse’:

Todo pueblo colonizado, es decir, todo pueblo en cuyo seno haya nacido un complejo de inferioridad debido al entierro de la originalidad cultural local, se posiciona frente al lenguaje de la nación civilizadora, es decir, de la cultura metropolitana. El colonizado habrá escapado de su sabana en la medida en que haya hecho suyos los valores culturales de la metrópoli. Será más blanco en la medida en que haya rechazado su negrura. (Fanon, 2009, p.50)

Es justamente esta, la identidad que los padres de Maryse adoptan: una que pretende blanquear, rechazar su negrura y demostrar que frente a los otros negros ellos son franceses. Maryse, por otro lado, tiene una identidad perdida, ella como cualquier niño cuestiona al mundo adulto, cuestiona a sus padres y siente una desconexión con la gente negra con quien debería tener casi la misma realidad, pero de la que no sabe mucho y también siente un rechazo de la gente blanca donde jamás podrá aspirar igualdad porque no existe, ni siquiera hoy en día. 

Ella, como niña y jovencita, se ve obligada a romper la burbuja en la que sus padres querían encerrarla. Maryse sufre porque es parte de algo de lo que jamás han querido dejarle tomar parte. Se encuentra con situaciones que la confunden profundamente, como cuando una niña juega con ella y la maltrata por ser negra. Cuando pregunta a sus padres si los negros merecen ser golpeados su madre se niega a tratar el asunto y su padre dice: eso ya no ocurre. Uno se pregunta dónde, dónde no ocurre para ir porque lo que realmente no ocurre es que se respete a las personas y que se les deje de invisibilizar por su color de piel.

Cuando le piden que haga una exposición en clase sobre su lugar de origen, su cultura, sus letras, ella solo puede estar extrañada porque realmente no sabe qué podría decir, es algo a lo que ella jamás se ha acercado. Pide ayuda a Sandrino, su hermano, quien es el único de la familia que cuestiona y se niega a seguir el teatro, al grado en que lo echan y va muriendo solo. 

En el libro a Maryse se le obliga a hablar francés y se le prohíbe hablar criollo, continuando con el blanqueamiento al que querían someterla. ‘‘Hablar una lengua es asumir un mundo, una cultura’’ (Fanon, 2009, p.62), la lengua ya es política antes de que aprendamos a hablarla. Y Fanon también comenta en su libro el tema del criollo, cómo la burguesía sólo lo emplea con los sirvientes, cómo en el colegio desprecian el dialecto. Es, entonces, desde el primer momento en que se empieza a hablar, en el que se obliga a alguien a no hablar de una forma determinada, donde se denota la ideología. A Maryse se le quiere blanquear, vive una infancia blanqueada con unos padres con máscaras blancas, hasta el momento en que, mientras comienza a madurar, decide hacer algo al respecto. 

MARYSE, UNA NARRADORA

El tema del género también es importante en el libro. Una de las cosas que el feminismo negro ha dejado es la interseccionalidad. A las mujeres negras no se les tomaba en cuenta en los primeros movimientos feministas, y en la lucha de los negros, regularmente no se luchaba por la mujer, a la mujer negra, despues de todo, la oprimió también el hombre negro. Maryse es negra, pero también es mujer, y además, escritora. Es por ello que su libro cuestiona y refleja temas alrededor de la mujer.

Hay muchas cosas que refiere, como los estereotipos de belleza, la violencia sexual, la hipersexualización, el sometimiento frente al hombre, la educación, la esclavitud; lo hace desde la voz de una niña por lo que hay cierto detalle en la simpleza de la narración, en la voz infantil de una inocencia que se enfrenta al mundo adulto y, por lo tanto, la pierde. 

Maryse Condé presenta la diferencia de las generaciones, la de su bisabuela, su abuela y su madre, vidas muy cercanas y a la vez muy diferentes, sin embargo, no por ello excluyentes.

Supongo que a mi madre le daba miedo la vida, caballo indomable que tantas veces derribara a su madre y su abuela. A Élodie la había violado un desconocido, quince años antes un capataz de la zona había violado a su madre. A las dos las abandonaron con el bombo y solo dos ojitos para llorar todo el llanto del mundo. Élodie jamás tuvo nada suyo. Ni siquiera una chabola. Ni siquiera un vestido de domingo. Ni siquiera una tumba. Su última morada fue el panteón familiar de sus últimos dueños. De ahí que mi madre temiera tanto tropezarse con las mismas piedras. (Condé, 2019, p.48).

En este párrafo destacan, especialmente, dos situaciones: la primera, la violencia sexual, la segunda la esclavitud. La historia de las Antillas, y bueno, la de toda América, ha sido la historia de una violación. Maryse Condé reconoce la situación y la pone en la mesa, no es algo que debe ignorarse, es algo que permanece en la memoria y lastima a las demás generaciones, a su madre y a la propia Maryse. ‘‘La violación es justamente la infracción que demuestra la fragilidad y superficialidad del contrato cuando de relaciones de género se trata, y es siempre una ruptura contractual que pone en evidencia, en cualquier contexto, el sometimiento de los individuos a estructuras jerárquicamente construidas’’ (Segato, 2003). 

Los hombres y las mujeres no son iguales, lo masculino ha sido exaltado, lo femenino ha sido ridiculizado. Maryse lo muestra a través de sus personajes, no sólo con la anterior ejemplificación que muestra que en el árbol genealógico de todas las personas negras hay una violencia profunda. Sino a través de personajes como sus hermanas: Émilia, que se divorcia y por lo mismo dejan de quererla ‘‘jamás les escuché pronunciar una palabra de compasión hacia Émilia’’; y Thérese que se casa, tiene una hija, pero es fea y no cumple con los requisitos que su madre quería. O a quien disfruta de su libertad sexual y su madre califica como ‘cualquiera’.

En el caso de la esclavitud y la agresión sexual, eso era común. La condición de género de las esclavas provocó una relación con sus amos donde se destaca el peligro de violencias sexuales o incluso el establecimiento de relaciones ‘consentidas’ con ellos a través del amancebamiento (González, 2008). El consentimiento, sin embargo, no era válido al haber una relación de poder donde la esclava no tenía ninguno.

La vida de las esclavas, además, no se diferenciaba de los hombres sólo alrededor de las agresiones sexuales, sino también en la reproducción. ‘‘Una esclava podía significar una inversión a largo plazo (...) ya que el fruto de su vientre era propiedad del amo.’’ (González, 2008). Las esclavas alcanzaban un precio elevado porque sus hijos no serían suyos, serían nuevos esclavos y propiedad de los dueños. Por ello la bisabuela de Maryse no podía tener ni siquiera su propia tumba, los esclavos se reducían a ser propiedades, y como propiedades no podían poseer.

Maryse, además, es constantemente sexualizada. En una ocasión un personaje le dice: ‘¡Pues no es fea la negrita!’, es importante ver que en este diálogo no solo habla de la hipersexualización y fetichización dirigida hacia las mujeres negras, sino también de una idea racial, donde se espera de los negros algo repulsivo. 

Ahora bien, como escritora, Maryse es una narradora excelente, sin embargo se enfrenta también al mundo de los escritores blancos, pues:

El mundo académico no es ni un espacio neutral ni simplemente un espacio de conocimiento y sabiduría, de ciencia y erudición, sino también un espacio de v-i-o-l-e-n-c-i-a. Tiene una relación muy problemática con la negritud. Aquí hemos sido objetivados, clasificados, teorizados, deshumanizados, infantilizados, criminalizados, brutalizados, sexualizados, expuestos, exhibidos, y algunas veces asesinados. (Kilomba, 2015)

Es importante, por lo mismo, reconocer el trabajo de las grandes escritoras. La historia ha demostrado la injusticia de los factores que consideran y reconocen una obra, por lo que elegir leer autoras es importante para brindar espacios que antes habían sido negados. Maryse Condé gana un Premio Nobel Alternativo y, aunque quizá los premios tienen más bien un prestigio a nivel mediático sin garantizar calidad literaria, realmente ella merece la posición que se le ha dado en el mundo francófono. Es de celebrar que haya podido ser traducida al español pues las temáticas de sus libros, como Corazón que ríe, corazón que llora, son temáticas de las que debe hablarse.

RECUPERACIÓN DE LA IDENTIDAD 

‘‘Aunque en nombre de la inteligencia y de la filosofía se proclame la igualdad entre los hombres, también en su nombre se decide su exterminación.’’ (Fanon, 2009, p.56). La violencia ejercida a las antillas ha sido, no solo física, sino mental, en la conciencia, en la memoria. La identidad que antes se mencionó se recupera. Recuperar es una palabra maravillosa para describir el proceso porque implica dos cosas: rescatar y sobreponer. 

Maryse logra recuperar su identidad (y es en sí ese el final de estas primeras memorias) pues se acerca a través de su educación, su hermano y la gente con la que trata a la literatura caribeña, a los estudios y a la poesía. Descubre autores como Césaire, fundamentales para conocer los efectos del colonialismo y el imperialismo. Una de las más grandes pruebas se hace justamente en el lenguaje.

Ella, como escritora decide utilizar el criollo en sus memorias, decide incluir frases enteras y, como se mencionó antes, hablar una lengua es asumir una cultura, por lo que Maryse como narradora decide asumir esa identidad cultural y la proclama frente a sus lectores. La obra de Maryse Condé es la prueba del sobreponerse, de una infancia confusa, llena de preguntas que quizá una niña no debería hacerse. Es, en fin, la identidad de una niña negra frente a un mundo de hombres blancos. 















REFERENCIAS

Condé, Maryse. (2019) Corazón que ríe, corazón que llora. Trad. Martha Asunción Alonso. Editorial Impedimenta.

Marc, A., Bessiere, J., & Fokkema, D. (1993). Teoría literaria. 

HALBWACHS, M. (1968) La mémoire collective, Ed. P.U. F., Paris.

Arfuch, L. (2013). Memoria y autobiografía. Buenos Aires: FCE.

Fanon, F. (2009). Piel negra, máscaras blancas (Vol. 55). Ediciones Akal.

Ortiz, F. (1987). Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (Vol. 42). Fundacion Biblioteca Ayacuch.

Gónzalez C. (2008) La vida cotidiana de las esclavas negras en Chile colonial: espacio doméstico y relaciones familiares (publicado originalmente en Mujeres chilenas, fragmentos de una historia. p.41-54)

Segato, R. (2003) La estructura de género y el mandato de violación. (De Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos. Buenos aires. 2020).

Kilomba, G. (2015) Descolonizar el pensamiento. Una lectura-performance de Grada Kilomba. 


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