El lenguaje sexista y el lenguaje integrador
Por
ejemplo, allí se hubiera dicho que se clavaba con la martilla, se guisaba en la
fogona y se chapeaba con la macheta. Un pie era una pie, así la pela, la oja,
la pecha, la cuella o pescueza, las diez dedas de la mana, etcétera. Nadie se
hubiera referido al cielo sino a la ciela, ciela abierta; ¿Que un ciclón pasó
cuando nadie se lo esperaba y todo lo dejo patas arriba? Pues se recordó con
pavor y se habló mucho tiempo de la furia de aquella ciclona que costó muchas
vidas.
Lydia
Cabrera ‘Cuentos negros de Cuba’
El
lenguaje se presenta ante las personas como parte inherente a la cultura,
maleable y adaptable a las circunstancias que se viven. Los estudios
feministas, especialmente aquellos enfocados en la teoría y crítica literarias,
encontraron en el lenguaje un perpetuador de la visión patriarcal del mundo.
Pese a que en muchas ocasiones se intentó teorizar al texto independientemente
de su contexto, otras teorías (incluyendo la ya mencionada) llegaron a la
conclusión de que no pueden aislarse del contexto social, histórico y cultural.
En
el caso del lenguaje la imposibilidad de aislarlo se acentúa debido a su
función para externar ideas, emociones, entre otros. Su uso se liga a su
intención por lo que, en un mundo repleto de intenciones falogocentristas,
donde la mujer es subyugada y el hombre respetado, se replican esas mismas
ideas que permanecen en la mente de los hablantes. Nattie Golubov (2017) en su
libro La crítica literaria feminista: una introducción práctica lo
resume diciendo que ‘‘El lenguaje no es un portador transparente de
significados, sino un recurso de poder porque clasifica el mundo, es una forma
de ordenar y nombrar la experiencia.’’ (p.25).
El
sexismo en el lenguaje se presenta de varias formas y una de ellas ocurre al
utilizar lo masculino como lo neutral donde se hace ver que las mujeres no
fueron agentes activas en la historia y parecen no haber contribuido en
absoluto a los avances de ésta (Golubov, 2017). Para dar un ejemplo, múltiples
estudios antropológicos, históricos, entre muchos otros; deciden mencionar los
avances de la humanidad como los avances del ‘hombre’ asumiendo que en el ‘hombre’
se incluye (de alguna forma) a la mujer y, en ocasiones, ni siquiera eso.
Otro
ejemplo para ilustrar el sexismo ocurre a nivel semántico donde palabras en
masculino tienen una connotación diferente a su versión femenina, por ejemplo:
perro/perra, zorro/zorra, hombre público/mujer pública. Estos ejemplos pueden
buscarse fácilmente en la página de la Real Academia Española que es la
institución más importante cuando se quiere hacer uso correcto del español.
También
en muchas ocasiones se escucha a los hombres referirse a sus esposas como ‘mi
mujer’ cuando pocas mujeres (no se afirmará que ninguna pues sería, quizá, una
afirmación errónea) se refieren a sus esposos como ‘mi hombre’, diciendo lo
común: ‘mi esposo’ o ‘mi marido’. Esta situación donde el hombre se refiere a
su esposa como ‘su mujer’ demuestra la imposibilidad que tiene ésta de
separarse de la situación de cónyuge, siendo que durante siglos su único
propósito era casarse y, en realidad, no tiene por qué ser consustancial pues
mujer no equivale a madre ni a esposa.
Existen
oraciones que también tienen ese carácter sexista. No solo las palabras
individualmente evocan este problema, hay frases que tienen la intención de posicionar
a la mujer en un nivel de inferioridad y que son constantemente empleadas por
los hablantes sin enterarse, en ocasiones, del gran peso que tienen en materia
de género:
·
Mujer que sabe latín, no tiene marido ni
buen fin
·
Calladita te ves más bonita
·
La que no enseña, no vende
·
Hacer cosas como niña, pegas como niña
Los
hombres también son víctimas del sexismo, no es algo exclusivamente discriminatorio
para las mujeres. Sin embargo, siempre se tiene la idea de que lo femenino es
negativo pues frases que afectan a los hombres como: ‘El último es vieja’ o ‘Los
hombres no lloran’, utilizan lo que creen femenino como insulto, es decir, que
un hombre no se comporte como la idea base de lo masculino es malo. Lo femenino
da vergüenza mientras que lo masculino es celebrado.
Entonces
se puede ver que ‘‘lo que resulta sexista son las creencias que articula más
que las palabras individuales que la componen, porque hace uso de las
características o comportamientos asociados con todas las mujeres en su
conjunto’’ (Golubov, N. 2017, p.28). Es necesario ver que el lenguaje no es
algo que carece de importancia más allá de la comunicación, sino que refleja al
mundo tal cual es vivido.
Como
dice Daniel Cassany (2012) el empleo de las palabras no es meramente al azar,
los autores directa o indirectamente las utilizan con una intención, no es lo
mismo decir ‘mujeres de la limpieza’ que ‘personal de la limpieza’, así como ‘invasión
europea’ no es lo mismo que ‘el descubrimiento de América’. Es importante
reconocer la importancia que tiene el uso de las palabras y entender que en
ellas no existen casualidades, sino propósitos.
Un
ejemplo sencillo y evidente es la polémica que se creó alrededor de la
escritora J. K. Rowling quien dijo ‘‘People who menstruate. I’m sure there used to be a word for those people. Someone
help mi out. Wumben? Wimpund? Woomud?’’ en su Twitter el 06 de junio del 2020.
Básicamente mediante la ironía crítica el empleo de ‘persona menstruante’ en
lugar de ‘mujer’. Aquí se puede ver cómo éstas dos palabras implican una
postura ideológica. Esta escritora, intencionalmente o no, invisibiliza a los
hombres transexuales que menstrúan o a personas que no se identifican con el
binarismo existente y que, claramente, también son capaces de menstruar.
Partiendo
de aquí es necesario hablar sobre el lenguaje inclusivo. Si bien el lenguaje
integrador inicia como un lenguaje no sexista que busca que se visibilice a las
mujeres, pronto (y especialmente en la actualidad) se enfoca en los grupos con
diferente identidad de género y no únicamente con el tema de la mujer. Es
decir, recordando la frase de George Steiner ‘Lo que no se nombra no existe’ se
busca nombrar precisamente todo aquello que, bajo la mirada del patriarcado, se
había querido hacer a un lado cuando la realidad es que vivimos en un mundo que
no es, precisamente, binario.
Como
dice Adriana Bolívar ‘‘El término lenguaje inclusivo (…) se usa a menudo como
sinónimo de sexismo, pero es evidente que no es únicamente eso.’’ (Bolívar, A. 2019,
pág. 356). Si bien se busca reconocer la posición de las mujeres en el
lenguaje, no solo a un nivel social menor, sino en ámbitos políticos y
jurídicos, también se busca reconocer la existencia de personas no binarias, es
decir, aquellas personas que no se identifican ni como hombres ni como mujeres,
implementando en consecuencia el uso de ‘e’.
La
controversia que esto ha causado es, quizá, peor que la que ya había causado la
del lenguaje no sexista. Muchas personas han logrado aceptar el sexismo en el
lenguaje, pero la intervención de las personas transgénero (queriendo evitar el
término transexual ya que no todas las personas trans tienen las posibilidades
de transicionar o deciden no hacerlo) les parece un insulto mayor: ¿cómo es
posible que se atrevan a cambiar palabras que se han usado por cientos años
simplemente por el empleo de las letras ‘o’ y ‘a’?
Algo
que los lingüistas saben, incluso si deciden ignorarlo, es que la academia no
es la que hace el lenguaje, son sus hablantes. La academia sirve meramente como
un cuaderno de notas que recoge lo que escucha. Es difícil, sin embargo,
afirmar que el lenguaje inclusivo (especialmente el que involucra el uso de la
‘e’) es un cambio paulatino y natural de los hablantes. Es, más bien, un cambio
obligado por circunstancias lamentables que invalidan la existencia de la
diversidad de género y es aquí donde surge una cuestión importante: ¿Cuál es el
objetivo del lenguaje inclusivo? ¿Acabar con el patriarcado?
Debemos
recordar que, pese a que se argumenta en su contra diciendo que el lenguaje
inclusivo es una ‘imposición’, es necesario entender que ninguna minoría tiene
la capacidad de imponer nada. Imponer (según la RAE y en el contexto que se
utiliza) involucra hacer valer la autoridad o poderío. La comunidad transexual
y las feministas no tienen el poderío para imponer de alguna forma el lenguaje
inclusivo, sin embargo, este se presenta no como una estrategia para acabar con
el patriarcado, sino que es un mecanismo para mostrar a la sociedad un problema
actual: la imposición del género y el machismo (siendo estas imposiciones reales).
Algunas
soluciones para encontrar la neutralidad son posibles especialmente en nuestro idioma
que es rico y flexible ante los cambios: dejar de decir ‘los ciudadanos’ y ‘las
ciudadanas’ para decir ‘la ciudadanía’, dejar de decir ‘los trabajadores’ y ‘las
trabajadoras’ para decir ‘el personal’, dejar de decir ‘las y los maestros’ y
decir ‘el profesorado’ o ‘el cuerpo docente’; también hacer uso de pronombres:
en lugar de decir ‘los lectores de este libro’ decir ‘quienes leen este libro’;
eliminar el ‘nosotros’: como en ‘nosotros queremos’ dejando solo ‘queremos’;
entre otras formas (CGT, 2010).
Si
bien el uso del lenguaje inclusivo trae consigo una polémica grave alrededor
del uso correcto de la lengua, es importante sobre todo reconocer que el
lenguaje forma parte de la visión patriarcal del mundo, no es un agente pasivo
sino un agente activo y, aunque modificar el lenguaje no resuelva la
problemática principal de discriminación, segregación y violencia, siempre va a
ser necesario para el cambio.
Las
personas que buscan dedicarse al trabajo de investigación lingüística y
literaria, o al menos, que van a desenvolverse alrededor de ésta misma área,
deben tomar en cuenta la importancia que tiene el uso de las palabras y deben
recordar que es necesario tener una visión crítica del asunto: no es
simplemente negarse en totalidad al cambio, sino buscar alternativas y opciones
para reconocer justamente aquello que no quiere nombrarse.
El lenguaje inclusivo o integrador es una acción necesaria para deconstruir el mundo patriarcal que continúa existiendo y es sumamente importante entender que quienes tienen la última palabra son las personas. Por algo hemos dejado de decir enagua y no ha sido precisamente porque la academia lo dijera y, quién sabe, a lo mejor llegara un momento donde el lenguaje inclusivo sea una realidad cotidiana.
Referencias
Bolívar, A. (2019). Una introducción al análisis crítico del
'lenguaje inclusivo'. Literatura y lingüística, (40), 355-375.
Cassany, D. (2012). 10 claves para aprender a interpretar.
Golubov, N. (2017). La crítica literaria feminista:
una introducción práctica. Universidad Nacional Autónoma de México.
Sindicato Federal de Telefónica CGT, Sª de
la Mujer. (2010) Manual del lenguaje integrador no sexista.
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