Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga
Es muy fácil elegir no reconocer un problema,
especialmente en una sociedad hiperindividualista que crea personas que no se
detienen a pensar en lo que ocurre a su alrededor. Cuando alguien decide hacer
ruido en esos lugares que han estado silenciados, es importante indagar y
distinguir esa diferencia para visibilizar lo que tratan de expresar y criticar
sobre la sociedad en la que viven.
Si hay algo que hace Elena Garro es poner frente al
escenario lo que se quería dejar tras bambalinas. Su obra deja en evidencia a
la sociedad mexicana, no de su tiempo (o al menos no sólo de su tiempo), sino
de todos los tiempos incluyendo los que se vienen encima. Ella toma su mejor
arma, sus palabras, y muestra a sus lectores que hay grupos en los márgenes,
identidades olvidadas, de esas a las que encuentran en una bolsa con las tripas
salidas y los ojos en blanco, oliendo a negligencia y a los químicos de un
cuerpo vacío, a las que, después del impacto inicial, nadie jamás vuelve a
recordar.
Elena Garro nació en Puebla, estudió literatura en la
Universidad Nacional Autónoma de México y se dedicó no solo a la escritura
creativa, dejando una amplia obra de poesía, dramaturgia y narrativa, sino
también a colaborar en guiones cinematográficos y el periodismo. Elena fue
testigo del vertiginoso siglo XX mexicano por lo que se puede identificar ese
contexto en su obra, como en Los recuerdos del porvenir que relata
hechos durante la Guerra Cristera, y nos atasca de personajes que permanecen en
un limbo fantástico, en medio de la realidad violenta y trágica, y la fantasía
del tiempo, el folclore y lo propio.
En el prólogo de su Teatro Completo, Jesús Garro
Velázquez y Guillermo Schmidhuber afirman que sus piezas ‘‘concientizan sobre
los estratos bajos de la sociedad.’’ (Garro, E. 2016, p.29). Pese a referirse
únicamente a sus piezas teatrales, la mayoría de sus obras, cuentos y novelas
incluidos, revelan un activismo social que muestra su preocupación por los
grupos marginados, además de ser una representación vigente de la violencia
ejercida a ellos.
En primer lugar, es importante hablar sobre la memoria,
ya que sus escritos se presentan como una prueba viviente de la memoria ignorada
del pueblo mexicano. Ésta se nos muestra como antagonista del olvido, le pone
el pie para que este caiga y después lo pisa con tacones de acero porque es,
ante todo, guardiana de la verdad. ¿Qué es un pueblo si no tiene memoria?, ¿qué
es una persona si tampoco la posee?, al final, como dijo el curioso narrador de
Los recuerdos del porvenir: ‘‘Estoy y estuve en muchos ojos. Yo sólo soy
memoria y la memoria que de mí se tenga’’ (Garro, E. 2019, p.15).
Jean Bessiere (2004) se refiere al relato literario
como un fenómeno artístico que replica las paradojas de la memoria, las cuales
se definen como aquello que niega el orden del tiempo canónico y secuencial. En
la literatura, el tiempo no tiene reglas más que las que el autor decida, y
Elena Garro usa la analepsis y la prolepsis de forma continua en sus historias,
haciendo lo cronológico a un lado, no sólo empalmando el futuro, el presente y el
pasado, sino también creando un tiempo cíclico que nos remite a los mayas, los
aztecas y el mito del retorno.
Esta concepción no occidental del tiempo se ve
reflejada en su novela Los recuerdos del porvenir (que en su título
presenta un oxímoron interesante que podría transcribirse como ‘la memoria del
futuro’) y en cuentos de la antología La semana de colores como La
culpa es de los Tlaxcaltecas, ¿Qué hora es? y el que lleva su mismo nombre,
que parece hacer una especie de reinterpretación del tiempo de nuestro actual
calendario gregoriano propuesto por el rey Felipe II (que aparece como
personaje en un retrato de la casa de las protagonistas de esta historia). Y,
además, los días se personifican en mujeres haciendo frente a las ideas
cristianas de los días santos, pues se les representa con colores y pecados.
La culpa es de los Tlaxcaltecas es el cuento más famoso de Elena Garro, presenta un
empalme entre presente y pasado donde una mujer existe en ambos tiempos: el
pasado de la Conquista de México donde su amante es un indio (su primo marido)
y en el presente con un esposo abusivo del que ella bien se escaparía. Nachita,
que se presenta como una especie de testigo de la historia de su señora dice: ‘‘Yo
digo que la señora Laurita no era de este tiempo, ni era para el señor’’.
En ¿Qué hora es? la historia tiene una
narración circular, inicia como acaba y termina como empieza. Relata la
historia de una mujer que se mantiene en la espera, como maldita, en un trance
que ella no recuerda. Piensa que está viviendo el mismo día una y otra y otra
vez hasta que muere en una hora que predice extrañamente. Es un cuento que muestra
la dicotomía del olvido y la memoria, junto con la relación del tiempo como
‘eterna espera’.
Hablar del tiempo involucra un reconocimiento de algo
anterior, actual y posterior. Pensar en ello da dolor de cabeza, pero memoria y
tiempo están entrelazados en la propia idea de que ésta es el recuerdo del
pasado, la recuperación de otro tiempo. Se adjudica a la memoria una especie de
eternidad ya que es del pasado, pero se trae al presente en el propio proceso
de rememoración y se lleva al futuro con la idea de no repetir los errores por
las generaciones futuras. Me parece importante rescatar esta definición de
memoria porque justamente son las letras las que eternizan la memoria, Elena
Garro es del pasado, del presente y del futuro.
En la ficción garroísta nos enfrentamos ante una
memoria colectiva que se presenta como un deber de memoria, un deber que, como
Paul Ricoeur (2003) dice, encuentra su respuesta en la justicia, extrae del
trauma un ejemplo que la vuelve un proyecto que da al deber de la memoria la
forma del futuro y del imperativo, que se une al trabajo del duelo. ‘‘Es en el
plano de la memoria colectiva (…) donde adquiere todo su sentido la comparación
entre trabajo de duelo y trabajo de recuerdo (…) La memoria herida se ve
obligada a confrontarse siempre con pérdidas’’ (Ricoeur, P. 2003, p.109).
Elena Garro rescata el trauma de la sociedad de la
época del siglo XX desde los ojos de los grupos marginados: mujeres,
campesinos, indígenas, pobres, discapacitados psicosociales… haciendo a la vez
una crítica al ‘progreso’ que deja al Otro sin progresar y le hiere, le
violenta, le mata, dejando el crimen impune.
A partir de esto es importante hablar sobre la
identidad y la representación. El continente americano cuenta con una historia
trágica que es, en sí misma, la historia de una violación. México, desde su
independencia, las guerras posteriores y los diferentes gobiernos, intentó con
lágrimas y sangre, construir una identidad nacional, pero como dice Jean Franco
(1989) en su libro Plotting Women: Gender and representation in Mexico: ‘‘Women
writers such as Rosario Castellanos and Elena Garro who attempted to plot women
as protagonists in this allegory could not but confront the fact that national
identity was essentially masculine identity’’ (p.21)
Las mujeres, por siglos, han conformado una disidencia
política. Son el Otro de la sociedad patriarcal construida por los hombres, una
de la que México no era ni es excepción. Por ello yo incluyo a las mujeres como
un grupo marginal en la obra de Garro, porque fueron un grupo marginal. A
partir de aquí es necesario recalcar que no solo se hace alusión a la mujer con
cierto privilegio, sino a mujeres indígenas, prostitutas, pobres, entre otras.
Por más que quiera negarse, es necesario recordar que las vivencias de las
mujeres siempre van a diferenciarse de los hombres. Es importante recalcar que
Elena Garro reconocía eso y lo denunciaba en sus historias con protagonistas
que participan activamente en las tramas y que se revelan frente a una sociedad
marcada por el machismo.
Ahora bien, las identidades de las que Elena Garro
hacía calca no solo eran las de las mujeres. Como mencioné en párrafos
anteriores, toma a todos los grupos marginados. La marginalidad llega con las
teorías sociológicas, específicamente por el problema que surgía cuando se
modernizaba la sociedad. Garro vive esta modernización, una gran migración de
los campos a las ciudades en México y podemos notar que no ignoraba lo que
ocurría con aquellas personas que no encajaban con el sistema.
Las teorías que más ayudan a entender los temas de
identidad y modernidad en México y cualquier país colonizado son las de la
poscolonialidad. Como dice Jairo Losada (2012) se creó una identidad que
parecía incluir a todos, pero que en realidad produjo invisibilidad en ciertos
grupos que terminaron por ser silenciados, como los indios.
Ejemplos de estos grupos en las historias de Elena
Garro son las ‘queridas’ de Los recuerdos del porvenir, el loco que se
creía gobernador de Ixtepec, el campesino (y zapatero) del cuento El
zapaterito de Guanajuato, la india Luisa en la obra de teatro El árbol,
entre muchos otros que abundan en las páginas de sus obras. Una frase que dice el
zapatero de Guanajuato demuestra esta idea de la persona marginada: ‘‘A mí no
me vio ¿Quién se fija en mí? ¡Nadie! Nadie sabe ver a un pobre.’’.
Ahora bien, la representación que hace Garro de ellos
muestra una profunda violencia que marca su destino de forma lamentable. En Los
perros, una pieza teatral breve, Elena habla sobre la violencia sexual que
sufren las mujeres: una madre que fue violada y una niña que esta condenada a
sufrir su mismo destino, ambas pobres y sin la oportunidad de que escuchen su
voz acartonada por la sed y el hambre.
En Los recuerdos del porvenir matan indios como
cosa de todos los días y algunos diálogos de los personajes son: ‘‘¡Qué diría
mi pobre padre, que en paz descanse, si viera a esta indiada sublevada! (…)
Necesitan cuerda. Ustedes no se vayan despacio. Tengan siempre la pistola en
orden.’’ (Garro, E. 2019, p.33). De hecho, Félix, un indio que sirve a los
Moncada en la novela, se calla mientras escucha estos diálogos. En otra escena
Cástulo, que sirve a Doña Matilde, va a la Comandancia y tiene miedo de que lo
maten porque tristemente existe la posibilidad de que pase sin ninguna razón
particular. Total, nadie va a decir nada y si no amanecía, pues no amanecía y
ya está.
La representación exige un pacto referencial, un
efecto de lo real y, aunque la literatura de Garro puede ser una literatura
fantástica, no se excluye de una representación de la sociedad de su época. ‘‘La representación constituye más bien la estructura de
comprensión a través de la cual el sujeto mira el mundo: sus “cosmovisiones”,
su mentalidad, su percepción histórica…’’ (Szurmuk, M., & Irwin,
R. M. 2009, p.250). Pese a que Elena Garro no estaba muy de
acuerdo en pensar el teatro como la realidad, el propio teatro se ha
considerado un espejo de ella por lo que puesto en escena el texto dramático se
convierte en una ‘representación teatral’.
El teatro de Elena Garro cuenta con la misma característica
que el resto de su obra, incluso tiene un texto dramático que habla sobre el
movimiento del 68. Como ella bien decía, lo que ella escribía era lo que conocía,
incluso hubo personajes que eran el alter ego de otras personas como un tal
Octavio Paz y otros.
También es importante reconocer que la representación
puede tener una unión con la memoria, como expresa Jean Bessiere:
‘‘La obra es texto, texto en este texto universal y
diverso, y por lo tanto colecta memoria (…) El dialogismo y la intertextualidad
de Bajtin, además de los poderes representativos globales que presentan a la
escritura (…) colocan la representación en un juego de memoria y autonomía, por
el que la obra es exposición del tiempo y de la Historia fuera de la clausura
de la falsificación y de la mediación simbólica social.’’ (Marc, A., Bessiere, J.,
& Fokkema, D. 1993, p.367)
La representación es una interpretación de la cultura, a
la obra no se le puede separar de esta, aunque tenga cierta autonomía de lo
real por su cualidad ficcional. Esto es muy interesante porque la obra
literaria habla o refleja la historia de su momento, y al mismo tiempo
trasciende más allá por ser un lugar que habla de sí mismo (ibid. p.369). Elena Garro representa a la sociedad de su época, la
simboliza y la vuelve objeto. Es así como su obra trasciende esta localización
temporal, es decir, logra una transferencia de identidades que queda fuera de
los límites históricos (ibid.).
Al hablar de lo cerca que esta la obra de Elena Garro de la
vida actual se hace referencia, por ejemplo, a Los recuerdos del porvenir
que puede ser fácilmente una representación de nuestro presente, de un problema
que estamos viviendo. Ixtepec (México) es, de alguna forma, secuestrado por un
ejército (mafia) que aterra a sus ciudadanos, les quita espacios (por los que
luchan indígenas/activistas en la actualidad), matan a personas sin
consecuencias (impunidad) y secuestran mujeres y niñas, las violan y se corre
el riesgo de que las maten (feminicidio/trata). Se puede ser más específico,
por ejemplo, Nuevo León y el problema actual que se tiene con la desaparición
masiva de mujeres que más tarde aparecen muertas y el gobierno afirma que hubo
un suicido o alguien se cayó a una cisterna.
Las obras teatrales y sus cuentos hacen lo mismo:
presentan situaciones que se mantienen vigentes, Elena Garro muestra personajes
maltratados, violados e invisibilizados, cuyas experiencias no importan y cuyas
denuncias quedan encerradas en una carpeta que se llena de polvo y humedad.
Considero que el texto literario, a diferencia de los estudios de la Historia,
tiene esa cualidad única de ser arte, trascender en el tiempo y, además, ser
válido para comprender a otras épocas. Clorinda Matto es otro ejemplo de este
trascender, es del siglo XIX y continúa vigente.
Un ejemplo que esclarece el tema de repetir el pasado continúa
estando en Los recuerdos del porvenir. Hay una parte del libro donde Ana
Moncada, la madre de Isabel, Nicolás y Juan, se encuentra a sí misma derrotada
y triste pidiendo por sus hijos, dos a punto de morir y una ‘traidora’. Recuerda
a su madre, durante la Revolución Mexicana, llorando por sus hijos de la misma
forma; la hija condenada a repetir la historia de su madre. Una generación
condenada a repetir la historia de la otra.
Elena Garro presenta en su obra identidad y
representación dejando una memoria de la sociedad mexicana que se replica en el
presente, muestra que aún existe la violencia y marginalización de estos grupos
de personas que no encajan en el sistema y que no parece haber un plan futuro
donde los integren. Finalizo con una cita de esta novela que refleja todos
estos puntos:
‘‘Hubiera querido llevarlos a pasear por mi memoria, para que vieran a las generaciones ya muertas: nada quedaba de sus lágrimas y duelos. Extraviados en sí mismos, ignoraban que una vida no basta para descubrir los infinitos sabores de la menta, las luces de una noche o la multitud de colores de que están hechos los colores. Una generación sucede a la otra y cada una repite los actos de la anterior. Solo un instante antes de morir descubre que era posible soñar y dibujar el mundo a su manera para luego despertar y empezar un dibujo diferente. Y descubren que hubo un tiempo en que pudieron poseer el viaje inmóvil de los árboles y la navegación de las estrellas y recuerdan el lenguaje cifrado de los animales y las ciudades abiertas en el aire por los pájaros. Durante unos segundos vuelven a las horas que guardan su infancia u el olor de las hierbas (…) Y vienen otras generaciones a repetir sus mismos gestos y su mismo asombro final. Y así las seguiré viendo a través de los siglos, hasta el día en que no sea ni siquiera un montón de polvo y los hombres que pasen por aquí no tengan ni memoria de que fui Ixtepec.’’. (Garro, E. 2019, p.261)
Referencias
Bessière, Jean.
(2004) Las dificultades de la literatura y la memoria. París:
Press de la Sorbonne Nouvelle
Cubillos, J. J.
L. (2012). La crítica poscolonial y la cuestión del ser: acotaciones
preliminares.
Franco, J. (1989). Plotting women. In Plotting Women.
Columbia University Press.
Garro, E. (2019). Los recuerdos del porvenir.
Alfaguara.
Garro, E. (2016). Teatro completo. Fondo de
Cultura Económica.
Garro, E. (1964). La culpa es de los tlaxcaltecas.
Marc, A., Bessiere, J., & Fokkema, D. (1993). Teoría
literaria.
Ricoeur, P., & Neira, A. (2003). La memoria, la
historia, el olvido (pp. 539-591). Madrid: Editorial Trotta.
Szurmuk, M.,
& Irwin, R. M. (Eds.). (2009). Diccionario de estudios culturales
latinoamericanos. Siglo XXI.
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